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Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Cabe preguntarse si tiene sentido construir sociedades
del conocimiento, cuando la historia y la antropología
nos enseñan que desde la más remota antigüedad
todas las sociedades han sido probablemente socie
-
dades del conocimiento, cada una a su manera.
Hoy como ayer, el dominio del conocimiento
puede ir acompañado de un cúmulo importante de
desigualdades, exclusiones y luchas sociales. Durante
mucho tiempo el conocimiento fue acaparado por
círculos de sabios o iniciados. El principio rector de
esas sociedades del conocimiento reservado
era el
secreto. Desde el Siglo de las Luces, los progresos de
la exigencia democrática –basada en un principio de
apertura y en la lenta aparición de un ámbito público
del conocimiento– permitieron la difusión de las ideas
de universalidad, libertad e igualdad. Esta evolución
histórica fue unida a la propagación de conocimientos
por intermedio del libro, y luego de la imprenta, y
también a la difusión de una educación para todos en
la escuela y la universidad. Este ideal de conseguir un
ámbito blico del conocimiento, que es un elemento
fundamental de la UNESCO y su Constitución, no se
puede considerar como un logro definitivo.
Actualmente, la difusión de las nuevas tecno
-
logías y la aparición de la red pública Internet parecen
abrir nuevas perspectivas a la ampliación del espacio
público del conocimiento. A este respecto, podemos
preguntarnos si poseemos ya los medios que permitan
un acceso igual y universal al conocimiento, así como
un auténtico aprovechamiento compartido de éste.
Esta debe ser la piedra de toque de sociedades del
conocimiento auténticas, que sean fuentes de un
desarrollo humano y sostenible.
¿Qué clase de sociedades
del conocimiento?
Una sociedad del conocimiento es
una sociedad que se nutre de sus
diversidades y capacidades
Cada sociedad cuenta con sus propios puntos fuertes
en materia de conocimiento. Por consiguiente, es
necesario actuar para que los conocimientos de que
son ya depositarias las distintas sociedades se articulen
con las nuevas formas de elaboración, adquisición
y difusión del saber valorizadas por el modelo de la
economía del conocimiento.
La noción de sociedad de la informacn se basa
en los progresos tecnológicos. En cambio, el concepto
de sociedades del conocimiento comprende dimen
-
siones sociales, éticas y políticas mucho más vastas. El
hecho de que nos refiramos a sociedades, en plural,
no se debe al azar, sino a la intención de rechazar la
unicidad de un modelo “listo para su uso” que no
tenga suficientemente en cuenta la diversidad cultural
y lingüística, único elemento que nos permite a todos
reconocernos en los cambios que se esn produciendo
actualmente. Hay siempre diferentes formas de cono
-
cimiento y cultura que intervienen en la edificación de
las sociedades, comprendidas aquellas muy influidas
por el progreso científico y técnico moderno. No se
puede admitir que la revolución de las tecnologías de
la información y la comunicación nos conduzca –en
virtud de un determinismo tecnológico estrecho y fata
-
lista– a prever una forma única de sociedad posible.
Introducción
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Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
La importancia de la educación y del espíritu
crítico pone de relieve que, en la tarea de construir
auténticas sociedades del conocimiento, las nuevas
posibilidades ofrecidas por Internet o los instrumentos
multimedia no deben hacer que nos desinteresemos
por otros instrumentos auténticos del conocimiento
como la prensa, la radio, la televisión y, sobre todo,
la escuela. Antes que los ordenadores y el acceso a
Internet, la mayoría de las poblaciones del mundo
necesitan los libros, los manuales escolares y los maes
-
tros de que carecen.
La cuestión de las lenguas y los conocimientos
es inseparable de la cuestión de los contenidos. Al decir
esto, no nos referimos solamente a los debates sobre
la preponderancia del inglés con respecto a las demás
lenguas de comunicación importantes, o a la suerte
que se depara a los idiomas en peligro de desapari
-
ción. Nos estamos refiriendo también al lugar que
deben ocupar los conocimientos locales o autóctonos
en las sociedades del conocimiento cuyos modelos de
desarrollo valoran considerablemente las formas de
codificación características del conocimiento científico.
La nueva importancia que cobra la diversidad cultural
y lingüística destaca hasta qué punto la problemática
del acceso a los conocimientos es inseparable de las
condiciones en que éstos se producen. Promover la
diversidad equivale a promover la creatividad de las
sociedades del conocimiento emergentes. Esta pers
-
pectiva no obedece exclusivamente a un imperativo
abstracto de carácter ético, sino que apunta princi
-
palmente a suscitar en cada sociedad una toma de
conciencia de la riqueza de los conocimientos y capa
-
cidades de que es depositaria a fin de que los valore
y aproveche mejor. Al hacerlo, no cabe duda de que
cada sociedad estará mejor armada para hacer frente
a las rápidas mutaciones que caracterizan al mundo
contemporáneo.
Una sociedad del conocimiento
debe garantizar el aprovechamiento
compartido del saber
Una sociedad del conocimiento ha de poder integrar
a cada uno de sus miembros y promover nuevas
formas de solidaridad con las generaciones presentes
y venideras. No deberían existir marginados en las
sociedades del conocimiento, ya que éste es un bien
público que ha de estar a disposición de todos.
Los jóvenes están llamados a desempeñar un
papel fundamental en este ámbito, ya que suelen
hallarse a la vanguardia de la utilización de las nuevas
tecnologías y contribuyen a insertar la práctica de
éstas en la vida diaria. Las personas de más edad
también están destinadas a desempeñar un papel
importante, porque cuentan con la experiencia nece
-
saria para compensar la relativa superficialidad de la
comunicación “en tiempo real” y recordarnos que el
conocimiento es esencialmente un camino hacia la
sabiduría. Toda sociedad posee la riqueza de un vasto
potencial cognitivo que conviene valorizar.
Además, dado que las sociedades del conoci
-
miento de la “era de la información” se distinguen de
las antiguas por su carácter integrador y participativo
legado por el Siglo de las Luces y la afirmación de los
derechos humanos, la importancia que estas nuevas
sociedades conceden a los derechos fundamentales
se traducirá por una focalización especial en:
la libertad de opinión y expresión (artículo
19 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos) y la libertad de información, el plura
-
lismo de los media y la libertad académica;
el derecho a la educación y sus corolarios: la
gratuidad de la enseñanza básica y la evolu
-
ción hacia la gratuidad de los demás niveles
de enseñanza (artículo 26 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos y artículo 13
del Pacto Internacional de Derechos Econó
-
micos, Sociales y Culturales);
el derecho a “tomar parte libremente en la
vida cultural de la comunidad, a gozar de las
artes y a participar en el progreso científico y
en los beneficios que de él resulten” (párrafo 1
del artículo 27 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos).
La difusión de las tecnologías de la
información y la comunicación abre
nuevas posibilidades al desarrollo
La coincidencia del auge de Internet, así como de la
telefonía móvil y las tecnologías digitales, con la tercera
revolución industrial que en un primer momento
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Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
provocó en los países desarrollados la migración de
una parte considerable de la población activa hacia el
sector de los servicios– ha modificado radicalmente la
situación del conocimiento en nuestras sociedades.
Es de sobra conocido el papel que han desem
-
peñado esas tecnologías
1
en el desarrollo económico
–mediante la difusión de las innovaciones y los
aumentos de productividad posibilitados por éstas– y
en el desarrollo humano.
2
Cuando las economías de
algunos países desarrollados se hallaban en pleno
marasmo a finales del decenio de 1970, el desarrollo de
las nuevas tecnologías se consideró una panacea que
ofrecía soluciones a muchos problemas persistentes,
por ejemplo la educación y la salud de los más desfa
-
vorecidos en los Estados Unidos, el choque industrial
y monetario en Japón o el desempleo estructural
en Europa. La perspectiva de un “salto tecnológico”
(leapfrogging) también pareció sumamente atractiva
para los países en desarrollo, ya que emitió la hipó
-
tesis de que era posible saltarse algunas etapas del
desarrollo industrial adoptando directamente las
tecnologías más avanzadas y beneficiándose así de
su inmenso potencial.
En las sociedades del conocimiento emergentes
se da efectivamente un círculo virtuoso, en función del
cual los progresos del conocimiento producen a largo
plazo más conocimientos, gracias a las innovaciones
tecnológicas. De esta manera, se acelera la produc
-
ción de conocimientos. La revolución de las nuevas
tecnologías ha significado la entrada de la información
y del conocimiento en una lógica acumulativa que
Manuel Castells ha definido como “la aplicación [del
conocimiento y la información] a los procedimientos
de creación, procesamiento y difusión de la informa
-
ción en un bucle de retroacción acumulativa entre la
innovación y sus utilizaciones prácticas”.
3
En las sociedades del conocimiento, los valores
y prácticas de creatividad e innovación desempe
-
ñarán un papel importante –aunque sólo sea por
su capacidad de poner en tela de juicio los modelos
existentes– para responder mejor a las nuevas nece
-
sidades de la sociedad. La creatividad y la innovación
conducen asimismo a promover procesos de cola
-
boración de nuevo tipo que ya han dado resultados
especialmente fructíferos.
Las sociedades del conocimiento no se
reducen a la sociedad de la información
El nacimiento de una sociedad mundial de la infor-
mación como consecuencia de la revolución de las
nuevas tecnologías no debe hacernos perder de vista
que se trata sólo de un instrumento para la realización
de auténticas sociedades del conocimiento. El desa
-
rrollo de las redes no puede de por solo sentar las
bases de la sociedad del conocimiento.
La informacn es efectivamente un instru
-
mento del conocimiento, pero no es el conoci
-
miento en sí.
4
La información, que nace del deseo de
intercambiar los conocimientos y hacer más eficaz
su transmisión, es una forma fija y estabilizada de
éstos que depende del tiempo y de su usuario: una
noticia es “frescao no lo es. La información es en
potencia una mercancía que se compra y vende en
un mercado y cuya economía se basa en la rareza,
mientras que un conocimiento –pese a determinadas
limitaciones: secreto de Estado y formas tradicionales
de conocimientos esotéricos, por ejemplo– pertenece
legítimamente a cualquier mente razonable, sin que
ello contradiga la necesidad de proteger la propiedad
intelectual. La excesiva importancia concedida a las
informaciones con respecto a los conocimientos
pone de manifiesto hasta qué punto nuestra relación
con el saber se ha visto considerablemente modifi
-
cada por la difusión de los modelos de economía del
conocimiento.
Ahora bien, pese a que estamos presenciando
el advenimiento de una sociedad mundial de la
información en la que la tecnoloa ha superado
todas las previsiones con respecto al aumento de la
cantidad de informaciones disponible y la velocidad
de su transmisión, todavía nos queda un largo camino
que recorrer para acceder a auténticas sociedades
del conocimiento. Aunque pueda “mejorarse” –por
ejemplo, suprimiendo las interferencias o errores de
transmisión– una información no crea forzosamente
sentido. Además, la información sólo seguirá siendo
una masa de datos indiferenciados hasta que todos
los habitantes del mundo no gocen de una igualdad
de oportunidades en el ámbito de la educación para
tratar la información disponible con discernimiento
y espíritu crítico, analizarla, seleccionar sus distintos
Introduccn
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Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
elementos e incorporar los que estimen más intere-
santes a una base de conocimientos. Muchos se darán
cuenta de que en lugar de dominar la información, es
ésta la que los domina a ellos.
Ades, el exceso de informacn no es
forzosamente una fuente de mayor conocimiento. Es
necesario que los instrumentos que permiten tratar
la información estén a la altura. En las sociedades
del conocimiento todos tendremos que aprender a
desenvolvernos con soltura en medio de la avalancha
aplastante de informaciones , y también a desarrollar el
espíritu crítico y las capacidades cognitivas suficientes
para diferenciar la información “útil” de la que no lo
es. Por otra parte, cabe señalar que los conocimientos
útiles no son exclusivamente los que se pueden valo
-
rizar inmediatamente en una economía del conoci
-
miento. En efecto, los conocimientos “humanistas” y
los conocimientos “científicos” obedecen a estrategias
distintas de utilización de la información.
Las sociedades del conocimiento:
un nuevo enfoque de desarrollo
pertinente para los países del Sur
La reflexión sobre las sociedades del conocimiento y
su edificación permite replantearse el propio concepto
de desarrollo. La nueva valorización del “capital
humano” induce a pensar que los modelos de desa
-
rrollo tradicionales –basados en la idea de que eran
necesarios inmensos sacrificios para alcanzar el creci
-
miento al cabo de largo tiempo y a costa de desigual
-
dades muy considerables, e incluso de un profundo
autoritarismo– están siendo substituidos por modelos
basados en el conocimiento, la ayuda mutua y los
servicios públicos. A este respecto, cabe preguntarse si
la valorización del conocimiento no conduce a prever
un nuevo modelo de desarrollo cooperativo –basado
en la garantía de un determinado número de “bienes
públicos” por parte de los poderes públicos en el
que el crecimiento ya no se considere como un fin
en sí, sino solamente como un medio. Al dar al cono
-
cimiento una accesibilidad inédita y al valorizar más
el desarrollo de las capacidades de todos y cada uno,
la revolución tecnológica podría facilitar una nueva
definición de la causa final del desarrollo humano.
Para Amartya Sen, el desarrollo humano estriba en
la búsqueda de las libertades elementales o “sustan
-
ciales” –esto es, no sólo las libertades jurídicas, sino
las empíricamente comprobables– que son a la vez el
fin y el medio principal del desarrollo. Estas libertades
comprenden las posibilidades elementales de acceso
–en especial, de las niñas y las mujeres– a la educa
-
ción, el mercado de trabajo, la salud y los productos,
así como la participación en las decisiones políticas,
la igualdad de acceso a la información y el derecho a
la seguridad colectiva.
5
Ahora bien, cabe preguntarse
si estas libertades sustanciales no coinciden con los
rasgos característicos de las sociedades del conoci
-
miento basadas en la educación para todos a lo largo
de toda la vida y en la promoción de los conocimientos
como valor, considerado en su pluralidad.
Las sociedades del conocimiento son socie
-
dades en redes que propician necesariamente una
mejor toma de conciencia de los problemas mundiales.
Los perjuicios causados al medio ambiente, los riesgos
tecnológicos, las crisis económicas y la pobreza son
elementos que se pueden tratar mejor mediante la
cooperación internacional y la colaboración científica.
6
El conocimiento es un poderoso vector de la lucha
contra la pobreza porque esa lucha no puede redu
-
cirse exclusivamente al suministro de infraestructuras,
la ejecución de microproyectos cuya perdurabilidad
depende en gran medida de financiaciones externas
caso por caso, o la promoción de mecanismos institu
-
cionales cuya utilidad para los países menos adelan
-
tados puede cuestionarse. La estructura en materia de
información y la creación de capacidades son igual
-
mente importantes, sino más. Los éxitos conseguidos
por algunos países de Asia Oriental y Sudoriental en
la lucha contra la pobreza se explican en gran parte
por las inversiones masivas que han realizado a lo
largo de varios decenios en la educación y la inves
-
tigación y desarrollo. El ejemplo de esos países debe
ser meditado por muchas naciones en desarrollo, ya
que sacarán gran provecho de experiencias que han
permitido reducir la pobreza absoluta en proporciones
considerables. Dentro de esta perspectiva, la noción
de sociedades del conocimiento no se puede reducir
a una visión exclusiva de los países del Norte, ya que
parece constituir también un nuevo enfoque de desa
-
rrollo pertinente para los países del Sur.
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Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
¿Qué tipo de contexto?
La noción de “sociedad del conocimiento” fue utilizada
por primera vez en 1969 por un universitario, Peter
Drucker,
7
y en el decenio de 1990 fue profundizada
en una serie de estudios detallados publicados por
investigadores como Robin Mansell
8
o Nico Stehr.
9
Esta noción, como veremos más adelante, nació a
finales de los años sesenta y principios de los setenta,
casi al mismo tiempo que los conceptos de socie
-
dades del aprendizaje” y de educación para todos a lo
largo de toda la vida, lo cual no es precisamente una
casualidad. La UNESCO, por lo demás, no permaneció
ajena a esta evolución como lo demuestra el informe
titulado Aprender a ser: el mundo de la educación
hoy y mañana y elaborado en 1972 por la Comisión
Internacional de la UNESCO sobre el Desarrollo de la
Educación, presidida por Edgar Faure (en lo sucesivo
denominado “Informe Faure”). La noción de sociedad
del conocimiento también es inseparable de los estu
-
dios sobre la sociedad de la información suscitados
por el desarrollo de la cibernética. Desde los años
sesenta hasta la trilogía de Manuel Castells dedicada a
la “era de la información”
10
que fue publicada a finales
de los años noventa, la noción de sociedad de la infor
-
mación sintetizó en cierto modo las transformaciones
y tendencias descritas o vislumbradas por los primeros
precursores: penetración del poder por la tecnología,
nueva economía del conocimiento científico, muta
-
ciones del trabajo, etc.
Las consecuencias del auge cobrado por
las temáticas de la sociedad de la información y la
sociedad del conocimiento en el plano institucional
son importantes para definir políticas de investigación,
educación e innovación. Antes de la primera etapa de
la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Informa
-
ción (Ginebra, 10-12 de diciembre de 2003), la reflexión
de la comunidad internacional en este ámbito había
sido respaldada por una serie de iniciativas como la
Conferencia Mundial sobre la Enseñanza Superior,
11
la Conferencia Mundial de Budapest sobre el tema “La
ciencia para el siglo XXI: un nuevo compromiso”
12
y la
Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible.
13
El
interés por esta cuestión también se manifestó en la
preparación de la Cumbre de Ginebra con la organi
-
zación de diversas cumbres regionales y la adopción
de iniciativas de carácter gubernamental y no guber
-
namental. Las comunidades intelectuales y científicas,
así como la sociedad civil en general, han participado
también en esta labor como lo demuestran los nume
-
rosos trabajos realizados sobre las nuevas modalidades
de producción del conocimiento científico, la innova
-
ción, las sociedades del aprendizaje y los nexos entre
las sociedades del conocimiento, la investigación
científica y la educación para todos a lo largo de toda
la vida. Además de estas iniciativas de los gobiernos,
el sector privado y la sociedad civil, cabe destacar
también la aparición de iniciativas conjuntas de estas
tres categorías de protagonistas, por ejemplo la Inicia
-
tiva para el Conocimiento Global (Global Knowledge
Initiative) o el Grupo de Tareas sobre la Tecnología de
la Información y las Comunicaciones de las Naciones
Unidas (UN ICT Task Force).
Hay que señalar también que algunos Estados
han prestado atención a esta evolución hacia un
nuevo paradigma tecnológico y social. Hoy en día, la
noción de sociedad del conocimiento se ha conver
-
tido en un marco de reflexión necesario no solamente
para la mayoría de los países de la OCDE, sino también
para muchas naciones de economías emergentes y
numerosos países en desarrollo, especialmente de
Asia Oriental y Sudoriental, América Latina y el Caribe,
África Subsahariana, Europa Central y Oriental y la
región de los Estados árabes.
Los límites de las iniciativas existentes
La gran mayoría de los trabajos de investigación reali-
zados hasta ahora en los campos de la educación, la
investigación científica y las nuevas tecnologías siguen
siendo tributarios de un gran determinismo tecnoló
-
gico y de una visión demasiado fragmentada de las
interacciones existentes. El interés por los efectos a
corto plazo de la introducción de las nuevas tecnolo
-
gías en la enseñanza y el aprendizaje puede conducir
a que se deje de lado un estudio más profundo de
los nuevos contenidos de la educación, así como de
su calidad y sus modalidades. Esta evolución puede
llegar a ser preocupante en un momento en que la
enseñanza tiende a veces a dar prioridad a la gestión
Introduccn
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Hacia las sociedades del conocimiento
de información preparada de antemano por provee-
dores de contenidos en línea, lo cual va en detrimento
del desarrollo de las capacidades de análisis y discer
-
nimiento crítico. Ahora bien, lo que constituye una
transformación revolucionaria no es tanto el rápido
auge de las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación –Internet y la telefonía móvil, entre
otras– como el recurso cada vez mayor a estos instru
-
mentos por parte de proveedores de contenidos
informativos, educativos y culturales en los que los
media tienen un papel cada vez más considerable.
A este respecto, es importante adoptar una
perspectiva histórica. En vez de proponer un “modelo
único” de sociedades del conocimiento a los países
en desarrollo, conviene recordar que los progresos
realizados por algunos países son en gran medida
el resultado de decenios de pacientes y concertados
esfuerzos en ámbitos como la educación a todos los
niveles, la recuperación del retraso tecnológico en
sectores estratégicos, la investigación científica o la
creación de sistemas de innovación de alto rendi
-
miento.
14
Además, la liberalización de los intercambios
ha modificado considerablemente la índole misma
de la competencia económica, que exige cambios
rápidos y profundos en las políticas nacionales de
enseñanza superior e investigación científica. Es cierto
que resulta difícil prever la evolución de esos cambios,
pero al menos es necesario tratar de evaluar con
mayor precisión en qué medida están poniendo ya
radicalmente en tela de juicio la naturaleza misma de
los centros de enseñanza superior y del sector público
de la investigación. Muchos países ya han emprendido
esta vía. Estas transformaciones no pueden dejar de
influir, a plazo más o menos corto, en el conjunto de
los sistemas educativos y en la propia definición de las
finalidades de la educación a todos los niveles.
El ritmo constante de la innovacn tecno
-
lógica obliga a efectuar actualizaciones periódicas.
El acceso a Internet a alta velocidad por conducto
de líneas eléctricas y no exclusivamente de líneas
telefónicas–, la televisión interactiva en los teléfonos
móviles y la comercialización de nuevos programas
informáticos, al reducir considerablemente el costo
de las comunicaciones telefónicas, están modificando
completamente las bases del debate sobre el acceso
a las tecnologías y a contenidos diversificados. Al
mismo tiempo, Internet también podría a muy corto
plazo fragmentarse en una multiplicidad de redes
de primera, segunda o tercera categoría, debido a
las rivalidades suscitadas por el control de los meca
-
nismos de registro de nombres de dominio y debido
también a las repercusiones que puede acarrear la
creación de una red Internet de “segunda generación”,
cuyo costo será considerable y limitará, por lo tanto,
el círculo de sus usuarios a las instituciones con más
recursos económicos. Un ejemplo notable de esto lo
constituye la extensión del proyecto Abilene,
15
que
supone la creación de infraestructuras nacionales y
subregionales a las que solamente pueden acceder
instituciones que abonan derechos y están asociadas
en el seno de una red limitada a un número reducido
de regiones.
¿Qué desafíos se plantean?
Pese a todo lo antedicho, muchos expertos estiman
que el desarrollo de las nuevas tecnologías podría
contribuir a la lucha contra una serie de restricciones
que han venido obstaculizando hasta la fecha la apari
-
ción de las sociedades del conocimiento, por ejemplo
la distancia geográfica o las limitaciones propias de los
medios de comunicación. Evidentemente, la creación
de redes permite acabar con el aislamiento de todo
un conjunto de conocimientos –por ejemplo, los de
carácter científico y cnico– que estaban sujetos
hasta ahora a distintos regímenes de confidencia
-
lidad o secreto, en particular por motivos de índole
estratégica y militar.
16
No obstante, hay una serie
de obstáculos que siguen dificultando el acceso al
conocimiento, a los que han venido a añadirse otros
nuevos. ¿Es posible aceptar que las futuras sociedades
del conocimiento funcionen como clubs cerrados y
reservados a unos cuantos privilegiados?
¿Nos encaminamos hacia una sociedad
disociada?
¿Las sociedades del conocimiento serán sociedades
donde el saber esté compartido y el conocimiento
sea accesible a todos, o sociedades donde el saber
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Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
esté repartido? En la era de la información, y en un
momento en que se nos promete el advenimiento de
las sociedades del conocimiento, podemos observar
cómo se multiplican paradójicamente las brechas y las
exclusiones, tanto entre los países del Norte y del Sur
como dentro de cada sociedad.
El mero de internautas aumenta muy rápida
-
mente: su número representaba en 1995 el 3% de la
población mundial y en 2003 el 11%, es decir más de
600 millones de personas. Sin embargo, el crecimiento
de la red corre el riesgo de tropezar rápidamente con
el tope o “techo transparente” de la solvencia econó
-
mica y la educación. En efecto, no debemos olvidar
que vivimos en una sociedad en la que el 20% de la
población mundial concentra en sus manos el 80 %
de los ingresos del planeta.
17
La brecha digital o
mejor dicho las brechas digitales, habida cuenta de
su carácter multiforme– es un problema muy preocu
-
pante y cabe prever que el acelerado ritmo actual de
crecimiento del número de internautas disminuya a
medida que su proporción se vaya acercando al 20 %
de la población mundial.
Tendremos la ocasión de ver que esta brecha
digital alimenta otra mucho más preocupante: la
brecha cognitiva, que acumula los efectos de las
distintas brechas observadas en los principales ámbitos
constitutivos del conocimiento –el acceso a la informa
-
ción, la educación, la investigación científica y la diver
-
sidad cultural y lingüística– y representa el verdadero
desafío planteado a la edificación de las sociedades
del conocimiento.
18
Esta brecha se basa en la diná-
mica propia de las disparidades en materia de cono
-
cimientos, ya se trate de desigualdades mundiales en
el reparto del potencial cognitivo (disparidades entre
los conocimientos), o de la valoración dispar de unos
determinados tipos de saber con respecto a otros en
la economía del conocimiento (disparidades dentro de
los conocimientos). La brecha cognitiva es obvia entre
los países del Norte y los del Sur, pero también se mani
-
fiesta dentro de cada sociedad, ya que un contacto
igual con el conocimiento raras veces da por resultado
un dominio igual de dicho conocimiento.
19
La resolu-
ción del problema de la brecha digital no bastará para
resolver el de la brecha cognitiva. En efecto, el acceso
a los conocimientos útiles y pertinentes no es una
mera cuestión de infraestructuras, sino que depende
de la formación, de las capacidades cognitivas y de
una reglamentación adecuada sobre el acceso a los
contenidos. Poner en contacto a las poblaciones
mediante cables y fibras ópticas no sirve para nada, a
no ser que esa “conexión” vaya acompañada por una
creación de capacidades y una labor encaminada a
producir contenidos adecuados. Las tecnologías de la
información y la comunicación necesitan todavía que
se elaboren nuevos instrumentos cognitivos y jurídicos
para actualizar todo su potencial.
Los peligros de una mercantilización
excesiva de los conocimientos
Las prometedoras perspectivas económicas y
sociales que parecía encerrar la sociedad de la infor
-
mación –ya se trate del pleno empleo, de la nueva
economía” o del “boom” de la competitividad– han
dejado paso a toda una serie de dudas acerca de los
límites de la “era de la información”. Algunos expertos
han señalado que nuestras sociedades no sólo distan
mucho de confirmar la hipótesis de una presunta
“desmaterialización”, sino que se hallan inmersas
en un proceso de “hiperindustrializacn” porque
el propio conocimiento se ha mercantilizado en
forma de informaciones intercambiables y codifi
-
cables. De hecho, no faltan críticas e inquietudes
ante una situación en la que el conocimiento podría
acabar autodestruyéndose como tal, a fuerza de ser
manipulado en las bases de datos y los motores de
búsqueda, de ser integrado en la producción como
dispositivo de la “tecnociencia” y de ser transformado
en condición del desarrollo, elemento de poder o
instrumento de vigilancia.
Una apropiación o mercantilización excesiva
de los conocimientos en la sociedad mundial de la
información representaría un grave peligro para la
diversidad de las culturas cognitivas. En efecto, en
una economía en la que se da prioridad a los cono
-
cimientos científicos y técnicos, ¿cuál sería el lugar
de algunos conocimientos prácticos especializados,
locales o autóctonos? Por lo que respecta a estos
últimos –ya suficientemente desvalorizados con
respecto a los conocimientos técnicos y científicos–,
cabe preguntarse si no corren el riesgo de desapa
-
Introduccn
24
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recer pura y simplemente, pese a que representan
una riqueza patrimonial inestimable y constituyen un
instrumento valioso del desarrollo sostenible.
El conocimiento no se puede considerar una
mercancía como las demás. La tendencia actual a la
privatización e internacionalización de los sistemas
de enseñanza superior merece una atención especial
por parte de los encargados de adoptar decisiones y
debería examinarse en el marco de un debateblico,
efectuando un verdadero trabajo de prospectiva
a escala nacional, regional e internacional. El saber
representa un bien común y su mercantilizacn
merece, por consiguiente, un examen atento.
El Informe Mundial de la UNESCO sobre
las sociedades del conocimiento se publica en un
momento crucial. En efecto, tras los progresos reali
-
zados en la primera fase de la Cumbre Mundial sobre
la Sociedad de la Información (Ginebra, 10-12 de
diciembre de 2003), no sólo se observa un acrecentado
interés a nivel internacional por el paradigma de creci
-
miento y desarrollo que lleva en la idea de las “socie
-
dades del conocimiento”, sino también una exigencia
de clarificación de las finalidades de este paradigma
como proyecto de sociedad. El Informe Mundial de la
UNESCO trata de responder a este desafío, en vísperas
de nuevos encuentros internacionales decisivos.
20
Fuentes
Castells, M. (1996); Drucker, P. (1969); Faure, E. y otros (1972); Mansell,
R. y Wehn, U. (1998); Sen, A. (2000); Stehr, N. (1994).
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De la sociedad de la
informacn a las sociedades
del conocimiento
Capítulo 1
El auge de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación ha creado nuevas condiciones
para la aparición de sociedades del conocimiento. La
sociedad mundial de la información en gestación sólo
cobrasu verdadero sentido si se convierte en un
medio al servicio de un fin más elevado y deseable: la
construcción a nivel mundial de sociedades del cono
-
cimiento que sean fuentes de desarrollo para todos, y
sobre todo para los países menos adelantados. Para
lograrlo, dos desafíos planteados por la revolución de
la información revisten una importancia particular: el
acceso a la información para todos y el futuro de la
libertad de expresión. En efecto, cabe preguntarse si
la desigualdad de acceso a las fuentes, contenidos
e infraestructuras de la informacn no pone en
tela de juicio el carácter mundial de la sociedad de
la información. Además, ¿cómo se puede hablar de
sociedad mundial de la información, cuando la libre
circulación de informaciones se ve obstaculizada o
cuando la propia información es objeto de censuras
y manipulaciones?
Las sociedades del
conocimiento, fuentes
de desarrollo
Un elemento central de las sociedades del conoci-
miento es la “capacidad para identificar, producir,
tratar, transformar, difundir y utilizar la información
con vistas a crear y aplicar los conocimientos nece
-
sarios para el desarrollo humano. Estas sociedades
se basan en una visión de la sociedad que propicia
la autonomía y engloba las nociones de pluralidad,
integración, solidaridad y participación”.
1
Tal como
la UNESCO puso de relieve en la primera parte de la
Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información
(CMSI),
2
la noción de sociedades del conocimiento es
más enriquecedora y promueve más la autonomía que
los conceptos de tecnología y capacidad de conexión
que a menudo constituyen un elemento central en
los debates sobre la sociedad de la información.
3
Las
cuestiones relativas a la tecnología y la capacidad de
conexión hacen hincapié en las infraestructuras y la
gobernanza del universo de las redes. Aunque revisten
una importancia fundamental evidente, no deberían
considerarse como un fin en sí mismas. En otras pala
-
bras, la sociedad mundial de la información sólo cobra
sentido si propicia el desarrollo de sociedades del
conocimiento y se asigna como finalidad “ir hacia un
desarrollo del ser humano basado en los derechos de
éste”.
4
Este objetivo es fundamental porque la tercera
revolución industrial –la de las nuevas tecnologías– y
la nueva fase de mundialización que la acompaña
han modificado radicalmente numerosos puntos de
referencia y aumentado las brechas existentes entre
ricos y pobres, entre países industrializados y países en
desarrollo, e incluso entre los ciudadanos de un mismo
país. La UNESCO estima que la edificación de las socie
-
dades del conocimiento es la que “abre camino a la
humanización del proceso de mundialización”.
5
30
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
La importancia de los derechos
humanos en las sociedades
del conocimiento
El enfoque basado en el “desarrollo humano y la
“autonomía”, que es un elemento central de la noción
de sociedades del conocimiento, debería permitir una
mejor puesta en práctica de los derechos universales
y las libertades fundamentales, mejorando al mismo
tiempo la eficacia de la lucha contra la pobreza y de las
políticas de desarrollo. El auge de las sociedades del
conocimiento exige que se anuden nuevos vínculos
entre el conocimiento y el desarrollo, ya que el cono
-
cimiento es tanto un instrumento para satisfacer las
necesidades económicas como un componente
pleno del desarrollo. La dinámica política, económica
y social subyacente al desarrollo de las sociedades del
conocimiento pone de manifiesto la íntima relación
que existe entre la lucha contra la pobreza y la promo
-
ción de las libertades civiles y políticas.
En las sociedades del conocimiento emer
-
gentes, no cabe contentarse con proponer algunas
reformas para reducir la desigualdad de acceso a la
sociedad mundial de la información y luchar contra las
disparidades económicas y educativas subyacentes. Es
necesario también que en sus principios constitutivos
figuren, en primer plano, la salvaguarda y promoción
de los derechos y libertades proclamados por los
instrumentos internacionales universales relativos
a los derechos humanos, entre los que figuran en
primer lugar la Declaración Universal de Derechos
Humanos de 1948 y los dos Pactos de 1966: el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales. En efecto, el conocimiento y la educación
constituyen las garantías más sólidas de los derechos.
El adagio “la ignorancia de la ley no exime de su
cumplimiento” no sólo impone a cada uno el deber
de conocer sus derechos y obligaciones, sino que
recuerda también la estrecha relación existente entre
el reconocimiento de un derecho y el conocimiento
de éste. Los derechos, así como los principios éticos
en los que se basan, deben primero conocerse para
poder ser luego reivindicados y reconocidos.
Además, el saber, el pensamiento y la conciencia
son elementos constitutivos de la dignidad especí
-
fica del ser humano que hace de éste un sujeto de
derecho. En la Constitución de la UNESCO se recuerda
ese vínculo entre la dignidad humana y la “difusión
de la cultura y la educación de la humanidad para la
justicia, la libertad y la paz”.
6
Los derechos y libertades
fundamentales son y serán un elemento esencial de
las sociedades del conocimiento. Tal como la UNESCO
ha reiterado durante los preparativos de la Cumbre
Mundial sobre la Sociedad de la Información, “la utiliza
-
ción de las tecnologías de la información y la comuni
-
cacn para edificar sociedades del conocimiento debe
orientarse hacia el desarrollo del ser humano basado
en los derechos de éste”.
7
Libertad de expresión y autonomía”
Entre todos los derechos fundamentales, es necesario
poner de relieve la importancia especial que reviste
la libertad de expresión, “postulado fundamental en
el que descansan las sociedades del conocimiento”.
8
En la resolución 59 (1), adoptada en 1946 en el primer
periodo de sesiones de la Asamblea General de las
Naciones Unidas, se dice que “la libertad de expresión
es un derecho humano fundamental y piedra toque
de todas las libertades a las cuales están consagradas
las Naciones Unidas”. Este principio se proclama
también en el artículo 19 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos de 1948, en estos términos:
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de
opinión y de expresión. Este derecho incluye el no ser
molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y
recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas,
sin limitación de fronteras, por cualquier medio de
expresión”.
Además, este derecho está garantizado por un
tratado, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, cuyo artículo 19 está redactado en términos
casi análogos. El desarrollo de una sociedad mundial
de la información debe inducir a aplicar ese derecho
plenamente y “sin limitación de fronteras”, tal como se
proclama en la Declaración. En efecto, la libertad de
expresión es la condición sine qua non del objetivo de
“autonomía” anteriormente mencionado. El ejercicio
de ésta exige una observancia estricta de los derechos
cuyo progreso ha de acompañar la expansión de las
nuevas tecnologías (ausencia de censura o control
Capítulo 1
31
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
de la información, libre circulacn de los datos e
informaciones, pluralismo de los media y libertad
de prensa). También exige que se garanticen los
derechos fundamentales de los individuos, por ser los
únicos que pueden asegurar la libre participación de
éstos en las sociedades del saber (libertad de opinión
y expresión). En las sociedades en que la información
tiene una importancia estratégica, el desarrollo de la
libertad de expresión puede propiciar la difusión de
normas y principios deontológicos que garantizarán la
calidad de la información que circula. Hacer hincapié
en la libertad de expresión supone respetar la libertad
indispensable para llevar a cabo investigaciones cientí
-
ficas y actividades creativas, tal como se proclama en el
artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Econó
-
micos, Sociales y Culturales. Para construir auténticas
sociedades del conocimiento, no cabe limitarse a la
libre circulación de las informaciones, ya que éstas han
de ser objeto de intercambio, confrontación, crítica,
evaluación y reflexión con el aporte de la investigación
científica y filosófica, si se aspira a que todos estén en
condiciones de producir nuevos conocimientos a
partir de los flujos de información.
Si se respetan plenamente, la libertad de
expresión y la libertad de investigación científica y de
creación permiten construir auténticas sociedades del
conocimiento gracias al desarrollo de una sociedad
mundial de la información. Hacer hincapié en la
libertad de expresión equivale a destacar el espíritu
de apertura y diálogo que debe presidir las relaciones
entre individuos y grupos sociales dentro de las socie
-
dades del conocimiento. Sin libertad de expresión, no
hay intercambios ni debates públicos. La libertad de
expresión es la garantía de la vitalidad de los vínculos
que unen a los individuos en una sociedad determi
-
nada. Sin libertad de expresión, los conocimientos
pueden existir, pero no se dará un aprovechamiento
compartido de los mismos ni tampoco existirá una
sociedad del conocimiento.
Libertad de expresión y lucha
contra la pobreza en las sociedades
del conocimiento
Como demuestran los trabajos de Amartya Sen, la
salvaguarda de la libertad de expresión no se puede
considerar como un principio exclusivamente político,
ya que tiene hondas repercusiones económicas y
sociales que la convierten en un instrumento especial
-
mente útil para el desarrollo. Desde el punto de vista
de la construcción de las sociedades del conocimiento,
una promoción efectiva de la libertad de expresión en
la sociedad mundial de la información puede contri
-
buir a resolver un número considerable de problemas
políticos, por ejemplo la censura, las manipulaciones
de la información con fines políticos o el riesgo de una
generalización de la vigilancia. También puede contri
-
buir a solucionar problemas económicos mediante
la prevención de las hambrunas, la reducción de la
brecha digital o la lucha contra las desigualdades en
el desarrollo. La libre circulación de informaciones y
contenidos puede también coadyuvar a la sensibi
-
lización del público, ya sea en cuestiones de salud
pública
9
o en materia de prevención de desastres.
10
El desarrollo de las sociedades del conoci
-
miento puede contribuir considerablemente a la reali
-
zación de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio,
11
que las Naciones Unidas se han fijado con motivo
de la Cumbre del Milenio celebrada el año 2000 en
Nueva York. Si bien las nuevas tecnologías impulsan
los cambios sociales, sólo podrán convertirse en una
promesa de desarrollo para todos mediante una
alianza de la libertad de expresión, el conocimiento,
los principios democráticos y el ideal de justicia, que
son los cimientos de la Constitución de la UNESCO.
Poniendo la voluntad necesaria, las sociedades del
conocimiento podrían hacer que esta promesa se
convirtiera en realidad.
La solidaridad digital
Hoy en día, solamente el 11% de la población mundial
tiene acceso a Internet. El 90% de las personas “conec
-
tadas” viven en los países industrializados: 30% en
América del Norte, 30% en Europa y 30% en Asia y el
Pacífico.
12
Estas estadísticas sitúan de entrada, en su
verdadero contexto, la repercusión de la revolución
de las nuevas tecnologías en el mundo. En efecto, se
suele hablar de sociedad mundial de la información
y de “red extendida por todo el mundo” (world wide
32
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
No hay una, sino varias brechas digitales multiformes que, lejos de excluirse mutuamente, se combinan entre sí en función
de las situaciones nacionales y locales. En efecto, los factores que influyen en la brecha digital son múltiples:
Los recursos económicos: El precio todavía muy elevado de un ordenador y de las telecomunicaciones para los
particulares en los países del Sur, así como el costo elevado de las inversiones en infraestructuras, representan un
poderoso factor de desigualdad.
La geografía: La asimetría entre las ciudades y el campo crea situaciones de profunda desigualdad. En los
países del Sur, las dificultades para acceder a la tierra y al crédito, la libre circulación de la mano de obra, las
deslocalizaciones y el impacto de los media han provocado un desarrollo sin precedentes de las zonas urbanas
en detrimento de la participación de las regiones rurales en la revolución de las nuevas tecnologías. En la India,
el 80% de las conexiones con Internet se efectúa en las 12 ciudades más importantes del país. Aunque las
tecnologías nómadas ofrecen una posibilidad sin precedentes para romper el aislamiento de las zonas rurales,
13
los operadores de telecomunicaciones en las regiones apartadas de los países del Sur no las han difundido
todavía suficientemente.
La edad: Los jóvenes se sitúan a menudo en cabeza con respecto a la utilización de las innovaciones tecnológicas
y sus aplicaciones, pero constituyen un público especialmente vulnerable a las dificultades económicas y sociales.
Por otra parte, el trabajo de reciclaje que necesitaría la puesta al día de las personas de cierta edad al ritmo
actual de las innovaciones tecnológicas puede ser un obstáculo insuperable, teniendo en cuenta la carencia
de estructuras de formación adecuadas. Una formación sistemática de los jóvenes en las nuevas tecnologías y
una mayor solidaridad entre las generaciones en beneficio de las personas de más edad permitirían reducir las
brechas existentes y contribuirían a reforzar los vínculos sociales y familiares en las sociedades del conocimiento
emergentes.
El sexo: Las desigualdades entre hombres y mujeres en el ámbito de las nuevas tecnologías es otra faceta
de la brecha digital. En efecto, casi los dos tercios de los analfabetos del mundo son mujeres. En los países
en desarrollo, una mujer de cada dos por término medio no sabe leer. Aunque en los países industrializados
las mujeres representan una proporción bastante considerable de los usuarios de Internet, en los países en
desarrollo existe el riesgo de que acumulen una serie de desventajas que les impidan acceder a las nuevas
tecnologías.
14
La lengua: Representa un obstáculo importante para la participación de todos en las sociedades del
conocimiento. El auge del inglés como vector de la mundialización restringe la utilización de los demás idiomas
en el ciberespacio, tal como puede verse en el Capítulo 9 del presente Informe.
La educación y la procedencia sociológica o cultural: Desde mediados del siglo XIX la escuela obligatoria
permitió afrontar los desafíos planteados por la primera y segunda revoluciones industriales. Cabe preguntarse si
en el siglo XXI la iniciación a las nuevas tecnologías no está destinada a convertirse en un elemento fundamental
de la “educación para todos”. La evolución de la sociedad “postindustrial” necesitará inversiones considerables en
educación y formación. Aquí, una vez más, se da una íntima conexión entre la sociedad de la información y las
sociedades del conocimiento.
El empleo: En muchos países, el acceso a Internet sólo se efectúa en los lugares de trabajo y los “cibercafés”, que
distan mucho de estar al alcance de todos los bolsillos. La brecha tecnológica va a menudo unida a la brecha en
materia de empleo.
La integridad física: En el año 2000, sólo un 23,9% de los discapacitados poseía un ordenador personal en los
Estados Unidos, mientras que esa proporción ascendía al 51,7% en el resto de la población.
15
Como la mayoría de
los discapacitados suelen estar confinados en sus domicilios, Internet representa para ellos una posibilidad única
de reinserción social, por ejemplo mediante el teletrabajo. Sin embargo, los discapacitados acumulan desventajas
económicas, culturales o psicológicas que contribuyen a ahondar la brecha digital. Además, las discapacidades
físicas en sí mismas representan un importante obstáculo para la utilización de los ordenadores. En el año 2000,
un 31,2% de los discapacitados mentales tenía acceso a Internet en los Estados Unidos, pero esa proporción
disminuía progresivamente entre los sordos (21,3%), las personas con dificultades para utilizar sus manos (17,5%),
los deficientes visuales (16,3%) y los discapacitados motores (15%). No obstante, es preciso reconocer los esfuerzos
de los constructores para crear instrumentos que facilitan la utilización de los ordenadores por los discapacitados,
por ejemplo la posibilidad de acceso a menús contextuales utilizando el teclado con una sola mano.
Recuadro 1.1 Una brecha digital multiforme
Capítulo 1
33
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
web), pero en realidad sólo un 10% de las conexiones
con Internet del planeta provienen del 82% de la
población mundial.
16
Esta “brecha digital es ante
todo un problema de acceso a las infraestructuras. A
este respecto, conviene recordar que 2.000 millones
de seres humanos no disponen de corriente eléctrica,
que por el momento es la condición básica del acceso
masivo a las nuevas tecnologías. Además, se da
también un problema de solvencia económica muy
agudo porque el costo de las telecomunicaciones
sigue siendo muy elevado en los países del Sur con
respecto a los del Norte, tanto en términos de valor
absoluto como de poder adquisitivo. Los ordenadores
también son onerosos y el suministro de servicios
Internet representa una inversión sumamente elevada
en las ciudades y está muy poco extendido por las
zonas rurales. Además, la familiarización con los instru
-
mentos informáticos exige un tiempo considerable a
los que tienen que ocuparse ante todo de ganar lo
necesario para comer cada día. Estos problemas de
conexión –así como las cuestiones concomitantes
de economía de las redes que suscitan son de la
incumbencia de la Unión Internacional de Telecomu
-
nicaciones (UIT), que es la organización del sistema de
las Naciones Unidas dedicada a las infraestructuras de
la sociedad de la información.
La exclusión de la información no lo es
una cuestión de acceso y conexión, sino también de
contenidos. Tiene que ver tanto con la brecha digital
como con la brecha cognitiva, y guarda relación con
los obstáculos educativos, culturales y lingüísticos que
hacen de Internet un objeto extraño e inaccesible para
las poblaciones que han quedado confinadas en los
márgenes de la mundialización (véase recuadro 1.1).
La brecha digital atañe directamente a la acción
de la UNESCO. Si queremos fomentar auténticas socie
-
dades del conocimiento en nombre del desarrollo
humano, la urgencia de solucionar las disparidades
digitales se hace aún más apremiante. En el marco de
su mandato, la UNESCO debe proponer soluciones
para reducir la brecha digital. Los cuatro principios
que la Organización enunció en la primera parte de la
Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información
están destinados a orientar la formulación de políticas
en este ámbito. El primero de esos principios es el
acceso universal a la información. Como veremos más
adelante, este principio transciende la cuestión de la
brecha digital, ya que se refiere también al lugar que
debe ocupar el “dominio públicodel conocimiento en
la estructuración mundial de los derechos, compren
-
didos el derecho de propiedad intelectual y la protec
-
ción del derecho de autor. La UNESCO desea trabajar
en estrecha colaboración con otras organizaciones del
sistema de las Naciones Unidas y las organizaciones no
gubernamentales interesadas, a fin de que las políticas
de precios de las telecomunicaciones y las tarifas de
acceso a Internet se adapten a las posibilidades eco
-
micas de los países en desarrollo y de las regiones
apartadas y desfavorecidas. Los otros tres principios
libertad de expresión, diversidad cultural y lingüística
y educación para todos– también guardan relación
con la brecha digital, porque se refieren a alguno de
los factores antes mencionados que contribuyen a
agudizar los efectos de ésta. Estos tres principios se
tratarán también en el presente Informe.
¿Hacia una sociedad mundial
de la información?
En el plano mundial, los factores de desigualdad ante
las nuevas tecnologías se combinan creando una
auténtica brecha digital planetaria que pone en tela
de juicio la universalidad del desarrollo de las nuevas
tecnologías. Si el sistema abierto característico de
Internet parecía prometernos una supresión temporal
de los efectos de las distancias y el alejamiento, la
presencia de la brecha digital nos recuerda que sigue
existiendo una geografía de Internet. El mapa de exten
-
sión de la red coincide con la geografía del desarrollo.
Se observa, además, una correlación estrecha entre el
equipamiento en servidores Internet y el Indicador de
Desarrollo Humano (IDH) del PNUD, aunque el relativo
retraso inicial en equipamiento Internet de algunos
países con un IDH muy alto pueda a veces explicarse
por motivos institucionales. ¿Significa esto que la
revolución de las nuevas tecnologías desemboca
inevitablemente en un incremento de las disparidades
entre los países ricos y los países en desarrollo?
En realidad, las causas profundas de la brecha
digital hacen que a los países del Sur les resulte
especialmente difícil recuperar su retraso. En efecto,
34
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
0 ≤ 1.000
1.000 3.000
3.000 5.000
5.000 y más
Datos no disponibles
Número de usuarios de Internet
por cada 10.000 habitantes
Figura 1.1: Número de usuarios de Internet en 2003, por cada 10.000 habitantes
17
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
Número de servidores Internet
por cada 10.000 habitantes
0
300
300
1.000
1.000
3.000
3.000
y más
Datos no disponibles
Figura 1.2: Número de servidores Internet en 2003, por cada 10.000 habitantes
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
Capítulo 1
35
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
las desigualdades en materia de dotación industrial
inducen desigualdades de desarrollo en las infraes
-
tructuras, que son el motor de la difusión de las nuevas
tecnologías. Por lo tanto, se puede decir que existe
efectivamente una correlación entre las desigualdades
en materia de desarrollo industrial y las disparidades
en el acceso a la información.
Las asimetrías que se observan en la distri
-
bucn mundial de las personas “conectadas son
flagrantes (véase figura 1.1).
La geografía de las personas conectadas coin
-
cide evidentemente con la de las infraestructuras, tal
como lo demuestra la distribución mundial de servi
-
dores Internet (véase figura 1.2).
Lo más preocupante es que al parecer la
brecha se está ahondando. En las discusiones mante
-
nidas en organizaciones como la OCDE o el Banco
Mundial se ha señalado que las poblaciones pobres
siguen teniendo poco acceso a Internet o ninguno,
mientras que el mero de personas conectadas”
aumenta rápidamente en los países industrializados.
Es innegable que la difusión de las nuevas tecnologías
se ha acelerado considerablemente desde fines de
los años noventa y que países como China, la India,
Brasil o la Federación de Rusia han realizado progresos
considerables en este ámbito. Pero en el otro extremo
tenemos al África Subsahariana, los Estados árabes y
los países menos adelantados, donde los progresos
son muy lentos, salvo entre las elites.
Dentro del grupo de los países mejor conec
-
tados, la figura 1.3 muestra que existen también desi-
gualdades flagrantes entre los países del Norte –que
disponen de un acceso barato y a alta velocidad– y los
países del Sur, donde las conexiones, si es que existen,
son lentas y muy onerosas.
En los países con bajo nivel de ingresos y escasa
densidad de acceso a las redes telefónicas, las tarifas
de Internet por conducto de un módem y una línea
telefónica son mucho más caras que en los países con
altos ingresos. En estos últimos países, cada punto
porcentual de aumento de la densidad de acceso a la
red telefónica coincide con una reducción sustancial
de las tarifas Internet. En cambio, en Bangladesh, por
ejemplo, el costo anual de una conexión con Internet
Número de abonados a una
DSL por cada 100 habitante
s
0 1
1 3
3 7
7 y más
Datos no disponibles
Figura 1.3: Número de abonados a una DSL
18
en 2003, por cada 100 habitantes
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
36
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
Antes que el problema de la conexión, el equipamiento sigue siendo otro factor de desigualdad. El precio de un
ordenador equivale a varios años de salario en algunos países en desarrollo. La proporción de ordenadores personales
con respecto al total de la población pone de manifiesto la existencia de importantes disparidades.
19
Recuadro 1.2 La cuestión del equipamiento
No obstante, la rápida obsolescencia del parque informático en los países industrializados podría permitir una redistribución
de los equipamientos entre los países del Norte y los del Sur. Bien es cierto que esto podría ser un factor suplementario de
desigualdades: los países industrializados tendrían acceso a la alta velocidad, mientras que los países en desarrollo tendrían
que contentarse con módems anticuados y sufrir las consecuencias de los plazos de espera desalentadores. De todas
formas es mejor contar con un ordenador –aunque sea anticuado y poco eficaz– que no disponer de ninguno. Además,
un mecanismo de redistribución de este tipo, basado en el principio de compartir el equipamiento y en la libre decisión de
particulares, empresas, organizaciones y gobiernos de los países industrializados, sería una muestra de solidaridad digital que
podría contribuir a mitigar las desigualdades económicas que alimentan la brecha digital. La viabilidad de una operación
de este tipo supone, no obstante, un esfuerzo de todas las partes interesadas para resolver las dificultades logísticas (sobre
todo, los costos de transporte) y jurídicas (transferencia de licencias de equipamientos y programas informáticos) que
inevitablemente surgirían.
Número de ordenadores personales
en 2002, por cada 100 habitantes
0 10
10 30
30 50
50 y más
Datos no disponibles
Número de ordenadores personales en 2002, por cada 100 habitantes
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
permite alimentar a una familia durante un año, mien-
tras que en Filipinas la conexión no está ni siquiera al
alcance de la clase media y sigue siendo un lujo.
Si no se adoptan políticas espeficas, las actuales
disparidades de acceso a Internet perdurarán. Hemos
visto que los países del Norte, y especialmente los de
América del Norte, gozan de una posición dominante
en el mercado de las tecnologías de la información
y la comunicación. Ahora bien, esta ventaja induce a
los proveedores de servicios Internet a conectarse
prioritariamente con los Estados Unidos o a recurrir
preferentemente a operadores estadounidenses de
telecomunicaciones, lo cual tiene como consecuencia
reforzar aún más su posición (véase recuadro 1.2).
En pro de una auténtica
solidaridad digital
Reducir la brecha digital es un objetivo prioritario si
queremos que las nuevas tecnologías contribuyan al
desarrollo y propicien el surgimiento de auténticas
“sociedades del conocimiento”. El desarrollo en el
ámbito de la información no descansa exclusivamente
Capítulo 1
37
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
en mecanismos económicos, sino que obedece en
gran parte a decisiones políticas. La reducción de la
brecha digital constituye un desafío de tal envergadura
que los gobiernos no podrán afrontarlo solos. Será
necesaria una estrecha cooperación entre los poderes
públicos, las organizaciones internacionales, el sector
privado, el sector asociativo y la sociedad civil. A este
respecto, el G–8, que agrupa a los países más industria
-
lizados del mundo, adoptó en la Cumbre de Génova
en julio de 2001 un plan de acción preparado por un
grupo de expertos internacionales (la Dot.Force), en
el que se precisa la función de las nuevas tecnologías
en las estrategias de desarrollo y su contribución a la
lucha contra la pobreza.
20
Por su parte, las Naciones
Unidas crearon en noviembre de 2001 el Grupo de
Tareas sobre la Tecnología de la Información y las
Comunicaciones (UN ICT Task Force), en cuya compo
-
sición se tuvo en cuenta la preocupación de asociar a
todas las partes interesadas a la reflexión y definición
de estrategias de acción. Los medios económicos y
de negocios han adoptado iniciativas análogas en
estos últimos años, por ejemplo la Iniciativa Mundial
contra la Brecha Digital (Global Digital Divide Initiative),
adoptada en el Foro Económico Mundial de Davos,
en la que participan varias empresas importantes del
sector privado. Otro ejemplo es la Iniciativa sobre las
Posibilidades Digitales (Digital Opportunity Initiative
)
en la que cooperan el PNUD, la Fundación Markle en
representación de la sociedad civil y la empresa Accen-
ture en representación del sector privado.
Fue durante los preparativos de la primera
parte de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de
la Información cuando hizo su aparición el principio
de solidaridad digital, que supone que los Estados y
otros protagonistas de la sociedad de la información
adopten medidas concretas para reducir las desigual
-
dades en el acceso a las nuevas tecnologías. Además de
la idea de un fondo de solidaridad digital –formulada
por Abdulaye Wade, Presidente de Senegal, y creado
oficialmente el 14 de marzo de 2005 en Ginebra–, se
han sugerido otras soluciones, por ejemplo, la creación
de asociaciones o hermanamientos entre colectivi
-
dades territoriales o municipios de los países ricos y
pobres. Algunas ciudades participantes en la Cumbre
de Ginebra –por ejemplo, la ciudad francesa de Lyon
y el propio municipio de Ginebra– se pronunciaron sin
ambages a favor de este tipo de acción, que ya están
llevando a cabo algunas asociaciones y comunidades
dedicadas a la donación de material informático o
manuales escolares a los países en desarrollo.
Deberían estudiarse con atención todas las
propuestas encaminadas a fomentar la solidaridad
digital, desde las más “tecnológicas” hasta las máspolí
-
ticas”. Por ejemplo, con respecto a la escasa utilización
actual de numerosas redes telefónicas, por cable y
satelitales, muchos expertos han preconizado que se
ofrezcan tarifas preferentes a los países en desarrollo.
Las decisiones políticas que adopten los gobiernos
sobre este particular serán decisivas, ya que los altos
gramenes fiscales son uno de los motivos principales
de la carestía de las telecomunicaciones en los países
del Sur. Por consiguiente, se impone una reforma de las
políticas fiscales si se quiere propiciar la disminución de
los costos de las telecomunicaciones y el desarrollo en
el ámbito de la información. Según algunos expertos,
una mayor liberalización de los mercados de teleco
-
municaciones entrañaría una disminución de su costo
y el progreso de Internet en numerosos países. La
contribución del sector privado también es decisiva en
la reducción de la brecha digital. Una mejor utilización
de las redes implicaría una disminución de los costos
de las telecomunicaciones en beneficio de todos.
21
En los países del Sur será necesario optar por
un enfoque pragmático y poco oneroso que se adapte
a las diversas situaciones locales. La diversificación
de las redes de transmisión de la información (saté
-
lites geoestacionarios o desfilantes, redes terrestres
hercianas o por cable, fibras ópticas, wifi y nuevos
terminales nómadas de tipo PDA), que constituye una
excepción singular a la hipótesis de unaconvergencia
tecnológica”, permite adoptar hoy en día esquemas
de inversión diversos en función de los diferentes
contextos nacionales o regionales. No obstante,
sin prejuzgar la posibilidad de que la comunidad
internacional llegue un día a un consenso sobre la
cuestión de un servicio universal” de acceso a las
nuevas tecnologías, conviene recordar que el carácter
multiforme de la brecha digital supone un enfoque
global de los problemas que no puede limitarse a una
solución estrictamente tecnológica.
38
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
¿Las nuevas tecnologías
de la información y del conocimiento
son una condición indispensable
de la edificación de las sociedades
del conocimiento?
Si la difusión de las nuevas tecnologías acelera el
desarrollo de las sociedades del conocimiento, la
contribución de las tecnologías de la información y
comunicación más antiguas como el libro, la radio o la
televisión herciana será también determinante en este
proceso. Al igual que las nuevas tecnologías, la elec
-
tricidad y las ondas radiofónicas pueden contribuir a
la construcción de las sociedades del conocimiento.
Es probable que en el caso de África, continente
de la “oralidadpor excelencia, la radio siga siendo
durante mucho tiempo el medio de información y
comunicación más extendido, y no sólo exclusiva
-
mente entre las poblaciones analfabetas. Por eso,
incluso en la era de Internet y las nuevas tecnologías,
es importante apoyar la creación de emisoras de
radio rurales y comunitarias. Gracias a la radio –y no
a Internetmuchas comunidades pobres y aisladas
pueden ofrecer a sus miembros, y en especial a las
mujeres, la posibilidad de hacerse oír, de participar en
la vida política y de acceder a un cúmulo considerable
de informaciones y conocimientos especialmente
útiles para la vida cotidiana.
La reducción de la brecha digital tendrá que ir
acompañada de la prosecución de los esfuerzos que
vienen realizándose desde hace varios decenios para
conseguir un reparto más equitativo de los aparatos
de radio y televisn en el mundo. Las “antiguas
y las nuevas tecnologías de la informacn no se
sustituyen sino que se complementan, porque las
primeras contribuyen eficazmente a la difusión de los
conocimientos y facilitan así el acceso a las segundas.
La geografía de las desigualdades de acceso a las
“antiguas” tecnologías permite albergar esperanzas
de que la supresión de la brecha digital no sea una
tarea imposible. Aunque el reparto de las líneas tele
-
fónicas fijas en el mundo coincida con la geografía de
la brecha digital –lo cual no es sorprendente ya que
hemos visto que las posibilidades de conexión, los
módems y las líneas telefónicas guardan relación con
el desarrollo de Internet–, la distribución mundial de
los aparatos de radio y televisión (véanse figuras 1.4.
y 1.5) se caracteriza por una menor desigualdad entre
los países del Norte y el Sur, como lo demuestra la
situación en África del Norte.
Además, algunas de las nuevas tecnologías
digitales han surgido como prolongación de tecnolo
-
gías más antiguas. Los dos ejemplos más importantes
a este respecto son la telefonía móvil y la televisión
digital, como muestra la figura 1.6. En algunos conti
-
nentes, el desarrollo de la telefoníavil ha alcanzado
al del teléfono fijo. El caso de algunos países de África
merece ser especialmente señalado a este respecto.
La telefonía móvil es un instrumento formi
-
dable para acabar con el aislamiento de las regiones
apartadas. A este respecto, cabe señalar un hecho
notable: la progresión de la transición tecnológica es
análoga, aunque desfasada en el tiempo, en los países
industrializados (encabezados por Finlandia, donde
el 84% de la población poseía un teléfono móvil en
2002, como muestra la figura 1.7) y en los países en
desarrollo (por ejemplo, Marruecos, véase la figura 1.8),
donde la telefonía móvil se ha desarrollado a un ritmo
excepcionalmente rápido en comparación con el de
las líneas telefónicas fijas.
Los atractivos de Internet no deben hacernos
olvidar que la radio y el teléfono móvil pueden facilitar
también el acceso a una información adecuada, precisa
y de calidad. Es necesario fomentar una auténtica diver
-
sificación de las modalidades de acceso a la sociedad
mundial de la información.
22
Tal como lo demuestran
los centros comunitarios multimedia (véase recuadro
1.3), la reducción de la brecha digital tend que
efectuarse a menudo recurriendo a soluciones mixtas
combinando “antiguascon nuevas tecnologías y cons
-
truyendo auténticas sociedades del conocimiento.
Existen, pues, numerosas soluciones que
permiten reducir la brecha digital, a condición de
que exista una clara voluntad política al respecto.
Además, hay que recordar que si la generalización
del conocimiento puede contribuir a erradicar alguno
de los factores que contribuyen decisivamente a la
brecha digital, el principal obstáculo para el desarrollo
generalizado de sociedades del conocimiento no será
tanto esa brecha como la existencia de desigualdades
Capítulo 1
39
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Figura 1.4: Porcentaje de hogares equipados con un aparato de radio en 2002
24
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
importantes entre los países del Norte y los del Sur
en la producción de conocimientos y la participación
en ellos. La problemática planteada por esta brecha
cognitiva se expone en detalle en el Capítulo 10 del
presente Informe.
La libertad de expresión,
piedra angular de las
sociedades del conocimiento
El significado de la libertad de expresión
Como hemos visto, no tiene sentido referirse al adve-
nimiento de una sociedad mundial de la información
si ésta no se basa en el principio de la libertad de
expresión. Según las disposiciones pertinentes de los
instrumentos internacionales adoptados universal
-
mente a las que nos hemos referido al principio del
presente capítulo, la libertad de expresión supone la
libertad de opinar, expresarse y escribir, así como la
libertad de prensa, el libre acceso a la información y la
libre circulación de datos e informaciones. Sin libertad
de expresión, no hay sociedad de la información.
En efecto, esta libertad –que va unida a la libertad
imprescindible de que deben gozar la investigación
científica y las actividades creadoras es la única
que puede garantizar que la sociedad mundial de la
información no sea una sociedad en la que la gente
esté mal informada o desinformada. Además, las
libertades enunciadas en la Declaración Universal de
Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Dere
-
chos Civiles y Políticos garantizan a los individuos, en
todo el mundo, la posibilidad de no dejarse ahogar
por la masa de datos indiferenciados producidos
por la revolución de la información, ya que sólo las
búsquedas pertinentes de información, los intercam
-
bios, las discusiones, los debates democráticos y las
actividades científicas o creativas libres pueden hacer
que la información se convierta en conocimiento. La
libertad de expresión es, por lo tanto, la que garantiza
la posibilidad y la perdurabilidad de auténticas socie
-
dades del conocimiento.
La libertad de expresn garantiza tambn
a todos el acceso a contenidos diversificados y tan
fiables como es posible.
23
Esta libertad no sólo supone
–desde un punto de vista estrictamente económico y
social– el acceso a las infraestructuras y la reducción
40
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
0 25
25 50
50 75
75 y más
Porcentaje de hogares
equipados con un televisor
Datos no disponibles
Figura 1.5: Porcentaje de hogares equipados con un televisor en 2002
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
0
1 2
2 5
5 y más
1
Número de abonados
al teléfono móvil/Número
de líneas telefónicas fijas
Datos no disponibles
Figura 1.6: Proporción del número de abonados al teléfono móvil (por persona) con respecto al número de
líneas fijas telefónicas (por hogar) en 2003
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
Capítulo 1
41
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Finlandia
0
20
40
60
80
100
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
Líneas telefónicas fijas principales, por cada 100 habitantes
Número de abonados al teléfono móvil, por cada 100 habitantes
Figura 1.7: Evolución de la telefonía fija y móvil en Finlandia
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
Marruecos
0
5
10
15
20
25
30
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
Líneas telefónicas fijas principales, por cada 100 habitantes
Número de abonados al teléfono móvil, por cada 100 habitantes
Figura 1.8 : Evolución de la telefonía fija y móvil en Marruecos
Fuente: Datos del IEU extraídos de la base de datos sobre indicadores mundiales de telecomunicaciones de la UIT (2005).
de la brecha digital, sino que también constituye
una garantía política de los derechos fundamentales.
Asimismo, induce a interrogarse sobre la diversidad de
los contenidos que circulan en la sociedad mundial
de la información. ¿Todos los contenidos merecen
ser igualmente accesibles? Cuando hay públicos
vulnerables que pueden tener acceso a contenidos
susceptibles de causarles un grave perjuicio, por
ejemplo los adolescentes en crisis que pueden
encontrar en Internet indicaciones detalladas para
suicidarse o volverse anoréxicos, ¿qué actitud se debe
adoptar ante la libertad de expresión? ¿Debe existir
una permisividad total en nombre del rechazo de la
censura, o deben imponerse limitaciones de orden
público en nombre de la protección de la juventud,
de la dignidad humana o del respeto a la memoria de
42
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
las víctimas de un genocidio? Es bien sabido que en
el plano internacional hay opiniones muy divergentes
a este respecto, aun cuando la libertad de expresión
se haya convertido en un derecho humano universal
-
mente reconocido (véase cuadro 1.1).
Actualidad de la libertad de expresión
en la sociedad mundial de la informacn
La libertad de expresión y las legislaciones que la reco-
nocen y protegen a nivel nacional se ven confrontadas
hoy al reto de adaptarse al desarrollo de las nuevas
tecnologías y de Internet, que han transformado la
escala de la difusión de ideas y opiniones. La libertad
de expresión –nacida con el Siglo de las Luces, el
liberalismo político y el movimiento en pro de la tole
-
rancia, la libertad de prensa y la lucha contra la arbitra
-
riedad– se ha concebido desde sus inicios como una
libertad “negativa”, esto es como una libertad conquis
-
tada contra las restricciones y obligaciones impuestas
por el Estado o las autoridades religiosas. Hoy en día,
en la era del ciberespacio y tras los progresos jurídicos
consagrados por la Declaración Universal de Derechos
Humanos de 1948, la expresión de la individualidad se
ha convertido en regla y la libertad de expresión se ha
transformado en libertad positiva, en manifestación de
una espontaneidad y autonomía nuevas. La transfor
-
mación de los vectores de la libertad de expresión ha
cuestionado su definición y estimulado el debate sobre
su posible regulación o los límites que, en opinión de
algunos, convendría poner a su ejercicio. Los aconteci
-
mientos del 11 de septiembre de 2001 han provocado
también un cambio de situación, como muestra el
recuadro 1.4. Internet y las tecnologías digitales han
modificado radicalmente el equilibrio de las fuerzas
en presencia. Hasta ahora, para muchos gobiernos
era relativamente fácil escuchar conversaciones tele
-
fónicas, clausurar un periódico, prohibir la utilización
de frecuencias hercianas, e incluso instalar sistemas de
interferencia de las emisiones de radio y televisión, y el
carácter absoluto de la libertad de expresión se refería
a la obligación de proteger a la parte vulnerable, esto
es a los profesionales de los medios informativos.
Sin embargo, hoy en día el ciberespacio ofrece una
tribuna a todas las formas de disidencia y es el Estado
quien se encuentra a menudo desprotegido ante el
carácter “inasible” de las informaciones que circulan
en Internet. Son muy ilustrativos de esta evolución los
debates en torno a la conveniencia de aplicar a las
publicaciones electrónicas el mismo plazo de pres
-
cripción establecido para la prensa, de tal manera
que no se las pueda llevar ante los tribunales por sus
contenidos una vez transcurrido dicho plazo.
25
Libertad de información y pluralismo
de los media en las sociedades
del conocimiento
Si bien es verdad que en la sociedad mundial de la
información en ciernes reviste gran importancia el
principio de la libertad de expresión, en las socie
-
dades del conocimiento emergentes habrá que hacer
hincapen un aspecto particular de este principio
fundamental, a saber: la libertad de información, defi
-
nida como el derecho a acceder a datos en posesión
de los poderes públicos y obtener una información
periódica sobre las iniciativas que éstos adoptan. En
efecto, en este nuevo contexto, el poder que confiere
Como el objetivo de“un ordenador para todos“ todavía está muy lejano hoy en día, la solución comunitaria puede
ofrecer una pista interesante para reducir la brecha digital. Partiendo de esta base, la UNESCO ha optado por participar
en la creación de centros comunitarios multimedia (CCM). Esta iniciativa se adoptó el 10 de diciembre de 2003 en la
Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información. Esos centros parten de un enfoque global en el que se combinan
el acceso, el aprendizaje y la utilización conjunta de nuevas y “antiguas” tecnologías. En los CCM, las emisoras de radio de
alcance local coexisten con las infraestructuras de telecentros comunitarios que disponen de ordenadores conectados
con Internet, servicios de correo electrónico, teléfono, fax y fotocopiadoras. Se trata de que los usuarios locales se
acostumbren a la utilización de las nuevas tecnologías mediante la instauración de una nueva forma de “transportes
colectivos de la información”. La iniciativa de los CCM tiene por objeto que las comunidades hagan suyas las nuevas
tecnologías, compartan experiencias y aprendan mediante la práctica. Estos centros muestran que también se puede
contribuir eficazmente a la reducción de la brecha digital sobre el terreno.
Recuadro 1.3 Los centros comunitarios multimedia
Capítulo 1
43
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
la posesión de un conocimiento puede incitar a sus
poseedores a sacar provecho de la ignorancia en que
se hallan los que no lo poseen. Las primeras socie
-
dades históricas del conocimiento –recordemos las
castas de letrados del antiguo Egipto o los manda
-
rines de la China imperial– fueron sociedades en las
que se cultivaba el secreto. Si se quiere promover la
participación de todos, el derecho a un acceso libre
a la información y al saber puede desempeñar un
papel regulador en las sociedades del conocimiento
emergentes. Por su naturaleza misma, la libertad de
información garantiza el carácter democrático de las
sociedades del conocimiento. Más adelante veremos
hasta qué punto el ejercicio de este derecho facilita
el desarrollo del dominio público de la información,
clave del aprovechamiento compartido de los cono
-
cimientos.
La libertad de información guarda relación
con el derecho a una información diversificada y
de calidad, que exige un pluralismo de los media.
Recordemos que los periodistas, los difusores y los
directores de programas de radio o televisión son los
vectores y garantes de la libre circulación de informa
-
ciones e ideas. Por lo tanto, pueden ser protagonistas
esenciales del desarrollo de auténticas sociedades del
conocimiento si tienen la voluntad para ello, y por eso
la UNESCO manifiesta un especial interés por la misión
de los profesionales de los medios informativos. Sus
responsabilidades especiales les imponen el deber de
contribuir lo más posible a la difusión de contenidos
de calidad que fomenten en las personas un espíritu
de apertura a la cultura, los conocimientos, la tole
-
rancia y el prójimo.
El arbitraje entre la libertad
de expresión y otros derechos: ¿nos
encaminamos hacia principios comunes?
Tal como hemos destacado, la Asamblea General de
las Naciones Unidas ha proclamado que la libertad de
expresión es la “piedra de toque” de todos los demás
derechos y libertades que se dedica a defender (reso
-
lución 59 (1) del 14 de diciembre de 1946). Ahora
bien, se ha comprobado que la libertad de expresión
podía en algunos casos entrar en conflicto con otros
derechos o principios universalmente proclamados.
A este respecto, cabe preguntarse si algunos “conte
-
nidos” pueden ser tan perjudiciales como determi
-
nadas “conductas”. Bastará recordar, por ejemplo, el
papel desempeñado por la Radio de las Mil Colinas
en la instigación del genocidio de 1994 en Rwanda.
¿Se puede clamar contra la censura cuando se
trata de impedir discursos que incitan al odio racial
y la “limpieza étnica”, e incluso al genocidio y los
crímenes contra la humanidad? La penalización de
algunos contenidos –que es de la incumbencia de la
legislación de cada nación y obedece con frecuencia
a disposiciones muy variables de un país a otro–,
26
plantea la cuestión de la posible imposición de límites
de principio o “razonables” al ejercicio de la libertad
de expresión.
En los Estados democticos basados en
el imperio de la ley, hay dos concepciones a este
respecto: la primera es la que corresponde a la
primera enmienda de la Constitución de los Estados
Unidos, y la segunda es la que se refleja en el artículo
10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos. La
primera enmienda de la Constitución de los Estados
Unidos hace de la libertad de expresión el principio
mismo de la democracia: sin libertad de expresión,
ninguna sociedad puede proclamarse libre”. Así,
no pueden imponerse limitaciones “razonables” a la
libertad de expresión, en primer lugar porque es muy
poco probable que todo el mundo pueda ponerse
de acuerdo sobre el carácter razonable o irrazonable
de esas limitaciones, y en segundo lugar porque no
puede haber “abuso” de la libertad de expresión en
la medida que el propio debate de ideas actúa como
una especie de regulador. La protección de la libertad
de expresión y la libertad de información debe ser
absoluta y no admite excepciones. La concepción
del artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos
Humanos es bastante diferente. No puede haber
libertad –y por consiguiente libertad de expresión– sin
que exista una responsabilidad correlativa. Por eso, el
Convenio justifica algunas restricciones legítimas y
deseables cuando algunos contenidos son perjudi
-
ciales. Estos dos enfoques posibles del conflicto entre
la libertad de expresión y otros derechos explican las
dificultades que surgen a la hora de aplicar la concep
-
ción “europea” –que supone una determinada forma
44
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
Naciones Unidas
1946: Resolución 59 (1) de la Asamblea General:
“La libertad de expresión es un derecho humano fundamental y
piedra toque de todas las libertades a las cuales están consagradas
las Naciones Unidas.“
1948: Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 19)
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinn y de expresión;
este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el
de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas,
sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.“
1966: Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 19)
“1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones;
2. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este
derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir
informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de
fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección;
3. El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo
entraña deberes y responsabilidades especiales. Por consiguiente,
puede estar sujeto a ciertas restricciones, que deberán, sin embargo,
estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para:
a) asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los
demás;
b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la
salud o la moral públicas.“
1993: Creación por parte de la Comisión de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas del cargo de Relator especial sobre la promoción
y protección del derecho a la libertad de opinión y expresión.
Consejo de Europa
1950: Convenio Europeo de Derechos Humanos, art. 10 (revisado
en conformidad con el Protocolo Nº 11, fecha de entrada en vigor
1º de noviembre de 1998)
“1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este
derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir
o de comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber
injerencia de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.
El presente artículo no impide que los Estados sometan a las
empresas de radiodifusión, de cinematografía o de televisión a un
régimen de autorización previa.
2. El ejercicio de estas libertades, que entrañan deberes y
responsabilidades, podrá ser sometido a ciertas formalidades,
condiciones, restricciones o sanciones, previstas por la ley, que
constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática,
para la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad
pública, la defensa del orden y la prevención del delito, la
protección de la salud o de la moral, la protección de la reputación
Organizaciones internacionales y regionales
(algunos ejemplos)
Estados Unidos de América
1791: Primera enmienda de la
Constitución
“El Congreso no hará ley alguna por
la que adopte una religión como
oficial del Estado o se prohíba
practicarla libremente, o que coarte
la libertad de palabra o de imprenta,
o el derecho del pueblo para
reunirse pacíficamente y para pedir al
gobierno la reparación de agravios.“
1978: Sentencia del Tribunal Supremo
en el caso Houchins contra KQED Inc. :
“La libertad de palabra y de prensa
no suponen un derecho de acceso a
la información gubernamental o las
fuentes de información bajo control
del gobierno.“
India
1982: Interpretación del artículo 19 de
la Constitución Filipinas
1986: Adopción de la nueva
Constitución (art. III, sección 7)
República de Corea
1989: Interpretación del art. 21 de la
Constitución.
Sudáfrica
1996: Adopción de la sección 32 de la
Constitución:
“Toda persona tiene derecho de
acceso a:
– toda información en posesión del
Estado; y
– toda información en posesión
de otra persona, que sea necesaria
para el ejercicio o protección de un
derecho.“
En el plano nacional
Disposiciones
constitucionales
Medidas
legislativas
1766: Suecia
1888: Colombia
1967: Estados Unidos
de América
1982: Australia,
Canadá y Nueva
Zelandia
1987: Filipinas
1994: Perú y Belice
1997: Tailandia
1998: República
de Corea, Israel,
Argentina
1999: Trinidad y
Tobago
2000: Reino Unido
Cuadro 1.1 Algunos ejemplos de reconocimiento de la libertad de expresión y la libertad de información en
el mundo (antes del 11 de septiembre de 2001)
Capítulo 1
45
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
o de los derechos de terceros, para impedir la divulgación de
informaciones confidenciales o para garantizar la autoridad y la
imparcialidad del poder judicial.“
1987: Sentencia Leander contra Suecia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos
1989: Sentencia Gaskin contra Reino Unido del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos.
1998: Sentencia Guerra y Ors contra Italia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos
2001: Recomendación sobre el acceso a la información en poder
de las autoridades públicas R (81) 19
Organización de los Estados Americanos
1948: Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre (art. IV)
1969: Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 13)
“1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de
expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar recibir y
difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración
de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección;
2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no
puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades
ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser
necesarias para asegurar:
a) el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o
b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la
salud o la moral públicas.“
1985: Opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos sobre la interpretación del artículo 13 (1)
1994: Declaración de Chapultepec (Conferencia Hemisférica sobre
Libertad de Expresión de la Sociedad Interamericana de Prensa)
2000: Declaración de Principios sobre la Libertad de Expresión
adoptada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
“3. Toda persona tiene el derecho a acceder a la información
sobre sí misma o sus bienes en forma expedita y no onerosa, ya
esté contenida en bases de datos, registros públicos o privados
y, en el caso de que fuere necesario, actualizarla, rectificarla y/o
enmendarla;
4. El acceso a la información en poder del Estado es un derecho
fundamental de los individuos. Los Estados están obligados
a garantizar el ejercicio de este derecho. Este principio sólo
admite limitaciones excepcionales que deben estar establecidas
previamente por la ley para el caso que exista un peligro real e
inminente que amenace la seguridad nacional en sociedades
democráticas.“
Tailandia
1997: Adopción de la sección 58 de la
Constitución
América Latina
Reconocimiento constitucional del
derecho de petición para la obtención
de datos en posesión del Estado o de
bancos de datos privados (derecho de
habeas data) en las Constituciones de
Argentina (art.43) y Perú (art. 2/4).
Organizaciones internacionales y regionales
(algunos ejemplos)
En el plano nacional
Disposiciones
constitucionales
Medidas
legislativas
Fuente: Documentos de“Artículo 19“ (Centro Internacional contra la Censura)
2001: Japón
46
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
Hacia las sociedades del conocimiento
de reglamentación a un vector de la libertad de
expresión como Internet, cuyo principio se inspira en
la concepción “americana”.
Libertad de expresión y participacn
de la inmensa mayoría en las sociedades
del conocimiento
La salvaguarda de la libertad de expresión no es sólo
una cuestión de principios. Es un poderoso vector del
desarrollo humano que abre paso al aprovechamiento
compartido de la información y del saber. Emana de
los mismos ideales que legitiman la salvaguarda de
la diversidad cultural y lingüística en el ciberespacio:
propiciar una mejor utilización de las nuevas tecno
-
logías y permitir que un número cada vez mayor de
ciudadanos de orígenes culturales y geográficos cada
vez más diversos accedan a la información y participen
en la aventura del conocimiento.
Los beneficios de la libre circulación de la infor
-
mación y las ideas no se limitan a la garantía de los
derechos fundamentales. La transparencia inherente a
esa circulación contribuye a la estabilidad del entorno
económico y la creación o restauración de la confianza
–un factor esencial de todo desarrollo duradero de las
actividades humanas–, a la eficiencia de las transac
-
ciones en los mercados y al auge de la democracia.
Como ya se ha visto, la libertad de expresión es un
pleno componente del desarrollo y propicia una mejor
asignación de los recursos. Las nuevas tecnologías
pueden constituir un valioso instrumento para el
ejercicio de la libertad de expresión. Internet ofrece
a los individuos medios para realizar –en un grado sin
precedentes hasta ahora– lo que las constituciones
democráticas garantizan a los ciudadanos desde
hace años y decenios, o incluso siglos en algunos
casos, esto es, expresarse, comunicar y comerciar
La situación de la libertad de expresión ha experimentado un cambio considerable con el giro de muchos gobiernos
hacia una seguridad a ultranza tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, aunque los orígenes de esta
tendencia se remonten a tiempos más lejanos. Los imperativos de la seguridad nacional han otorgado al secreto
una situación muy especial, incluso en las democracias modernas. El derecho a pensar y decir lo que se piensa no es
necesariamente sinónimo del derecho a decir todo lo que se sabe. Por eso, toda una serie de informaciones, desde
la cartografía de sitios estratégicos hasta la publicación de algunos descubrimientos científicos, pueden considerarse
delicadas y ser excluidas de la libre circulación de la información.
A la hora de luchar contra el terrorismo, el conocimiento se convierte en un recurso estratégico. A este respecto cabe
señalar que la aparición de nuevas tecnologías de control, censura y represión han ido a la par con el desarrollo de
las nuevas tecnologías de expresión. Los Estados saben hoy en día vigilar perfectamente los contenidos, localizar los
accesos, bloquear los sitios y perseguir las formas ilegales de disidencia. Para ello, utilizan los instrumentos clásicos de
la reglamentación: restringir el acceso imponiendo, por ejemplo, la obligación de registrarse o poseer una licencia;
restringir los contenidos mediante el filtro de datos y el estímulo oficial a la “autocensura”;
27
y desarrollar técnicas de
vigilancia cada vez más perfeccionadas. El Estado puede además imponer oficialmente restricciones de acceso (obligar
a los proveedores de servicios en Internet a que obtengan una licencia previa) o incitar al sector privado a que actúe
preventivamente y niegue el acceso a los usuarios considerados “indeseables”. Es un fenómeno muy preocupante la
aparición de esta delegación de la censura de los Estados en operadores privados, y más inquietante aún la privatización
de la censura. En efecto, algunos distribuidores han preferido retirar de la circulación publicaciones consideradas
irrespetuosas por los poderes públicos para no perder cuotas de mercado en un gran país.
Incluso en las democracias, la libertad de expresión no está al amparo de determinados abusos que pueden derivarse
de los intereses comerciales de los intermediarios de la transmisión de información. “Expresión” y “comercialización
obedecen a menudo a lógicas que pueden ser contradictorias, y en algunos casos puede constituir una infracción del
derecho de autor el mero hecho de que una persona publique en su sitio personal la imagen de su personaje de tiras
cómica predilecto, sin haber abonado previamente un canon al poseedor de la propiedad intelectual. La protección de
imágenes de marcas puede también traer consigo algunas restricciones de la libertad de expresión. A este respecto,
cabe preguntarse por qué tienen que coincidir forzosamente los intereses comerciales de la industria de los media y
la salvaguarda del pluralismo, que es un elemento esencial de la democracia. Veremos más adelante que la solución
de estos problemas exige un enfoque equilibrado entre la protección de la propiedad intelectual y la promoción del
dominio público.
28
Recuadro 1.4 ¿Un giro hacia la seguridad a ultranza?
Capítulo 1
47
De la sociedad de la informacn a las sociedades del conocimiento
Hacia las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005
libremente, prácticas que anto exigían recursos
técnicos y financieros considerables y que hoy están
al alcance de todos si se hace lo necesario para que
así sea. La libre circulación de ideas e informaciones
que las nuevas tecnologías han hecho más eficaz será
un factor de impulso formidable de la democracia y la
participación de todos en la vida pública y la adopción
de decisiones.
No obstante, las opciones políticas siempre se
impondrán a la tecnología. De ahí que sea tan impor
-
tante defender ese derecho allí donde se conculca
y preservarlo dondequiera que se halle en peligro,
porque la libertad de expresión y la libre circulación de
la información inherente a ella son una condición esen
-
cial de la aparición de sociedades del conocimiento.
Fuentes
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