Masculinidades diversas
Tanto los varones como las mujeres nos hacemos en la cultura y los roles de género, estereotipos y esquemas de la cultura definen qué se espera de la conducta social de cada individuo. Desde diferentes concepciones teóricas, de los estudios de género, el feminismo o las teorías de género, se ha expuesto (desde hace 300 años) la necesidad moderna de enfrentar las violencias de género y caminar hacia la igualdad. No obstante, la historia de las relaciones de poder entre hombres y mujeres data de muchos más siglos atrás, pero en este contexto, ubicamos los estudios de género como la posibilidad que desde los años 60 del Siglo XX de buscar la igualdad de género a partir de estudiar la perspectiva de género como una categoría de análisis. Aunque la historia, la filosofía, la psiquiatría y la psicología, la medicina, las ciencias de lenguaje y la literatura han buscado posicionar la categoría de género como una herramienta de análisis que evidencia las relaciones de poder entre hombres y mujeres, el género no solo se entiende en los procesos de violencia hacia las mujeres sino hacia las diferentes formas de ejercer la sexualidad y las relaciones de poder. El tema es complejo, porque se reconoce que hay más géneros en las relaciones de poder.
Se entenderá como perspectiva de género, desde la visión de Marta Lamas (1996) […], reconocer […] la diferencia sexual y […] las atribuciones, ideas, representaciones y prescripciones sociales que se construyen tomando como referencia a esa diferencia sexual. Es la construcción social de la diferencia sexual. Y, según Marcela Lagarde (1996) la perspectiva de género está basada en la teoría de género y se inscribe en el paradigma teórico histórico-crítico y en el paradigma cultura del feminismo. Además, el análisis de género se estructura a partir de la ética y conduce a una filosofía posthumanista, por su crítica de la concepción androcéntrica.
En el texto de Patricia Ponce (2004) “La incorporación del concepto de género —como categoría de análisis […] permite entender significativamente las relaciones de poder entre mujeres y hombres, su carácter de construcciones socioculturales que permean todos los procesos sociales pero que, al mismo tiempo, son relaciones dinámicas susceptibles de ser renegociadas y transformadas— […]”